Empezamos suaves con unos calamares muy finos y encurtidos variados.
Pero es necesario darle una mayor consistencia al almuerzo y salen pronto unas tajadas que no huelen a mar precisamente.
Seguimos con el almuerzo, pues ya hemos logrado abrir el apetito y el vino empieza a ser escanciado con largueza. Así que atacamos un revuelto de huevo, ajos, setas y gulas entre otros complementos alimenticios no dietéticos.
¿Almorzados ya? Pues no, uno no se hace 30 km. para desaprovecharlos. Miguel nos saca unas buenas bandejas de chuletas de lechal con patatas para mitigar cualquier atisbo de hambre en el comensal.La sobremesa se alarga con unos cafés (o cafeses) y unos chupitos que a esas horas, con las calorías previamente ingeridas, nos saben a gloria.
La vida, señores, no está para dejarla pasar.
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