¡Menudo sábado! La verdad es que lo enfrenté con ganas, aunque empecé con algo de pereza y no acudí a las 9 a tomar el cortado con los amigos. Desayuné en casa y antes de salir a la casa de campo donde había quedado con mis amigos digerí un bocata de carne de la orza por aquello de que no se puede acudir a ningún sitio con hambre. ¡Qué sorpresa cuando llegué a la casa de campo! Mis amigos acababan de sacar de las parrillas embutido de Venta del Moro asado con leña de almendro y cepas. ¡Qué delicia!
Ahí está: sus morcillas, güeñas, longanizas, chorizo y tocino. ¿Gustan? Ah! Y que no falte...
el ajoaceite magníficamente realizado por uno de los amigos. Y aquí algunos de los comensales y el inseparable vino:
Antes de empezar a hacer la comida, que es el condumio que sigue al almuerzo, fuimos al bar de la aldea venturreña de Casas del Rey donde hicimos nuestra primera digestión con un café y orujo de hierbas.
Pero ¿qué no estaba esperando?
Exactamente, un cabrito de pocos días criado en Aliaguilla (Cuenca). Helo aquí.
Se cortó, aliñó, especió y ¡al fuego!
Cabrito exquisito. A pequeños trozos que se deshacían en la boca. ¡Qué delicia! Como sabéis de mis anchas tragaderas, por si era poco lo que había comido hasta el momento, me tomé dos platos de cabrito sazonados con vino de Venta del Moro.
Finalmente, la digestión fue el orujito de hierba y un buen cubata cubano de ron negro Legendario y coca-cola. ¿Se le puede pedir algo más a este mundo?